El 15 de marzo de 2020 el presidente de la República Martín Vizcarra decretó el inicio de la cuarentena por la pandemia de la COVID-19 que ha puesto en jaque a la humanidad, hoy es evidente que nos encontramos ante la mayor crisis sanitaria de esta nueva época contemporánea, en una sociedad global e interconectada, la infección por el virus SARS-CoV-2 se ha convertido en poco tiempo en el mayor problema de salud mundial y, además, como consecuencia de las medidas de confinamiento, en la mayor crisis económica desde las pasadas guerras mundiales.
Es importante destacar que la comunidad científica internacional, a una velocidad extraordinaria, sigue esforzándose por conocer más sobre este agente altamente patógeno, con gran poder de transmisibilidad entre los humanos, mediante el análisis de las nuevas evidencias en torno a la epidemiología y las características microbiológicas y clínicas de la COVID-19. La evolución de los acontecimientos y el mayor conocimiento de los investigadores muestran que esta infección no solo produce la muerte en determinadas personas, sino también graves secuelas y efectos a largo plazo, en un gran número de los afectados, tras la fase aguda de la enfermedad.
El estudio de las secuelas es fundamental para comprender las alteraciones fisiológicas que se producen en el curso de la enfermedad, y ser capaces de predecir el impacto de la misma más allá de la hospitalización y la mortalidad.
Aunque inicialmente la COVID-19 se consideró una afección únicamente respiratoria, diversos estudios publicados en los últimos meses, y la observación clínica de profesionales que están en primera línea, ponen de manifiesto que el virus afecta a diferentes sistemas del cuerpo y cuenta con receptores en las células de otros órganos.
Las evidencias actuales muestran que la fisiopatología de la enfermedad provoca una respuesta inflamatoria intensa que puede dañar no solo los pulmones, sino también el corazón, los riñones, el intestino, el sistema vascular e, incluso, el cerebro.
Secuelas graves post-COVID
Entre las secuelas más graves, en ocasiones invalidantes, cabe mencionar las complicaciones médicas, como la neumonía y los problemas respiratorios, la insuficiencia de varios órganos, los problemas cardiacos, el síndrome de dificultad respiratoria aguda, los coágulos sanguíneos, la lesión renal aguda, y las infecciones virales y bacterianas adicionales.
La fibrosis pulmonar, como consecuencia de neumonías graves con tratamientos largos de ventilación mecánica, asociada a veces a la disnea como una de las causas, es una de las afecciones graves más frecuentes.
En el sistema neurológico se presentan, además de ictus, síndromes debidos a una inmunidad cruzada, como son los de Guillain-Barré o de Miller Fisher, que producen secuelas en el sistema sensitivo y motor.
Secuelas leves post-COVID
Al margen de los casos más graves, se registran diversos síntomas leves como consecuencia de los daños provocados a diferentes niveles, en ocasiones multifactoriales.
Algunos síntomas post-COVID frecuentes son la disnea, un elevado cansancio o fatiga, los dolores musculares y articulares, y las febrículas durante varios meses, además, en atención primaria se registra una larga lista de síntomas asociados: cefalea, parestesias, falta de concentración y de memoria, anosmia, tos seca, dolor de garganta, taquicardia o palpitaciones disfagia, diarrea y náuseas.
A pesar de que la gran mayoría de las personas afectadas de COVID-19 se recuperan rápidamente, es importante destacar que, conociendo cada vez más sobre las secuelas y los problemas a medio y largo plazo que provoca esta infección en determinados pacientes, sigamos contribuyendo a reducir la transmisión de la enfermedad mediante el consejo y la divulgación de las adecuadas medidas de protección como el uso de la mascarilla, protector facial, lavado de manos, desinfección con alcohol en gel, desinfección de zapatos, etc.